Cincuenta minutos

"Cincuenta minutos"


-Siendo el miedo el único motor del comportamiento de las personas, y la televisión la moduladora de esos miedos, ¿qué nos queda? Es decir, yo te hablo, por ejemplo, de mi experiencia. Para mí tienen poco que ver el ideal de hombre que nos llevan vendiendo en las películas desde siempre, con lo que pasa en realidad. Siempre nos dicen que las mujeres buscan un hombre sincero, que las cuide, que las quiera, que las entienda, que no piense únicamente en sexo, que sepa dejar la cerveza en la mesa y dedicar los cinco sentidos a escuchar a su pareja. Pero eso,… A ver, ¿eso dónde se ha visto? A ver, quiero decir, yo no es que tenga mucha experiencia en mujeres. O quizá mucha. Pero yo he tratado como princesas a todas las mujeres con las que he estado. Siempre estaba ahí para lo que fuera, para lo que necesitasen. Siempre era yo el que pagaba todo, les digo siempre que las quiero mucho, que no les voy a fallar, las llamo por teléfono para decirles que las quiero, o, bueno, también por Internet. Ja ja! ¡No me mire con esa cara! A ver, yo no me considero un friki digamos, ni mucho menos. Friki a lo mejor es el que está todo el día ahí con el ordenador, metido en su cuarto, que los padres le dicen que a ver si sale ya del cuarto, y se busca una novia. Yo tengo mi trabajo. Pero no sé, no estoy bien. Yo es que creo que no voy a encontrar nunca una tía que me llene en todos los sentidos. Es que siempre falla algo, al principio todo muy bien, pero luego llega ya un punto que me aburren. ¿Y para qué voy a estar con una persona que yo sé que no va a estar a mi altura nunca? Es que no sé. Yo que sé, ¿usted cómo lo ve? “

-No me hables de usted, por favor. ¿Alguna vez has pensado que el error puede estar en tí?
-¿En mí cómo?
-Sí, bueno,… Piensas que las chicas con las que has estado siempre tenían un fallo, y que por eso nunca estarían a tu altura, ¿no has dicho eso?
-Sí.
-Pues bueno, yo te pregunto si no piensas que el fallo puede estar en ti.
-Mire, yo tuve que ir a un psiquiatra, ¿lo sabía?
-No me hables de usted, por favor. ¿A un psiquiatra? No, no lo sabía. ¿Eso cuando fue?
-Pues, hace un par de años.
-Entiendo. ¿Te fue bien?
-Pues me recetó un medicamento.
-¿Qué medicamento?
-Pues para la tristeza.
-¿Para la tristeza? ¿Estabas muy deprimido?
-Deprimido deprimido, no. Pero estaba muy triste. No me salía nada bien. Fui, y me recetó unas pastillas.
-Entiendo. Bueno, cada cual es libre de buscar las soluciones que estime oportunas para sus problemas. ¿Solucionaste tus problemas?
-Hombre, no. Los problemas ahí están. Hay cosas que no se pueden arreglar. Usted eso lo sabrá mejor que nadie, porque trabaja para eso.
-No me hables de usted, por favor, Yo no trabajo para dar soluciones, sino para ayudar a encontrarlas. Decirte por dónde buscar, ayudarte a priorizar, a relativizar y minimizar. Sinceramente, yo no considero que la solución a tus problemas esté en las pastillas.
-Entonces, ¿dónde?
-Desde luego en las pastillas, no. Las pastillas son un remedio rápido, pero en cualquier caso deben ser un remedio desesperado para casos desesperados. Y tu caso no es desesperado.
-No sé. Usted es el psicólogo. Es usted el que entiende de estas cosas.
-No me hables de usted, por favor. En próximas sesiones, vamos a trabajar tu autoestima, ¿qué te parece?
-O sea, que tengo que venir más veces.
-Bueno, sólo si quieres. Desde luego me gustaría que sigamos viéndonos.
-¿Cuándo?
-Ahora lo hablas con Laura, ¿vale? Ya han pasado cincuenta minutos.
-Ah, vale. Laura la del ordenador.
-Sí, mi ayudante. Te da cita y nos vemos pronto, ¿vale?
-Entiendo. Ya han pasado cincuenta minutos.
-Sí.
-Laura está muerta.
-¿Dime?
-¿Está usted sordo? Que Laura está muerta.

-No me hables de usted, por favor.