lunes, 19 de septiembre de 2011

Dr. Tyrius (3)

-Precisamente en estos aspectos reside la tremenda complejidad de La Era, y mi más absoluta devoción por Los Últimos.
-Les recuerdo a todos los asistentes que el Dr. Tyrius se especializó en el Pensamiento Último hace ya un docenio. Fue por ello una decisión unánime por parte del Consejo nombrarle para esta misión.
-Gracias. Así es. Mi padre supo inculcarme la pasión por el conocimiento, en general, y los motivos de la Gran Inflexión, en particular. Justo cuando llegué a la gran urbe, no pude más que acordarme de él. Aunque, como saben, las grandes urbes de La Era no podían considerarse los mejores lugares para el recuerdo o la reflexión. Desde tiempos inmemoriales, las tribus y los grupos humanos se organizaban en lugares, por lo general, que cumplían casi siempre con las mismas características. Cercanía a un flujo de agua dulce, tierras que pudieran cultivarse para obtener alimentos naturales, montañas que pudieran en determinadas circunstancias, protegerles de otras tribus o grupos humanos invasores,... Esas pequeñas agrupaciones fueron creciendo y haciéndose más numerosas, hasta que con el paso de los docenios llegaban a configurar grandes urbes.
-¿Qué motivos les llevaban a agruparse entre ellos? Es decir, conocida es por todos la incapacidad de separación de una madre y sus crías, y de las crías de sus crías, pero ¿por qué agruparse con otras cadenas familiares? No es un aspecto destacado en los volúmenes de Damiesso.
-Verá, Dr. Wios, las ciencias antropológicas y la Psicología Social coinciden en que los humanos fueron, desde tiempos inmemoriales, animales tendentes al comportamiento social organizado como parte esencial de su propia naturaleza. Y, de acuerdo con Damiesso, la consiguiente y natural aparición de los primeros líderes grupales fue el principio de la separación o subdivisión de esos grupos en pequeños grupos.
-La sociedad. Las clases sociales.
-En efecto, clases o capas sociales. Por ejemplo, en una agrupación de 20 humanos, diez mil años antes del mito del nazareno, podía existir un líder que decidía cuándo, cómo y por qué se hacía según qué cosas. Por lo general, sólo se encargaba de eso, de decidir, y eran los otros 19 los que se dedicaban a hacerlo. Entendían que debía haber alguien que decidiera por ellos, y que les diera una falsa sensación de seguridad.
Con el paso de los docenios, esos grupos humanos se fueron haciendo más y más grandes, pero esos escalones o capas se perpetuaron. Y así, todas y cada una de las civilizaciones a lo largo de Terraquia poseían un grupo pequeño de humanos que lideraba y decidía qué se hacía, cuándo y por qué, y otro grupo mucho mayor que ejecutaba las órdenes. A cambio, recibía esa falsa sensación de seguridad, de formar parte de un sistema organizado que sólo seguiría funcionando si se cumplían las normas y reglas que imponían los líderes.
-“Los que lo sabían”.
-Sí, “Los que lo sabían”. Pasaron más y más docenios, y la distancia entre la capa superior y la inferior era cada vez mayor. Hasta el punto de que fueron apareciendo capas aún más inferiores.
En La Era, la distancia entre las clases superiores y las capas más inferiores era tal, que podía darse el caso de que un humano tuviera más poder monetario del que pudiera siquiera llegar a gastar en su tiempo vital. Y otro humano no tuviera ni siquiera lo suficiente para conseguir alimentos o agua dulce.
-¿Insinúa que es cierto? ¿Podía suceder que un humano no poseyera ni siquiera para cubrir la primera necesidad?
-He podido comprobar cómo en algunas zonas de Terraquia, Los Últimos podían llegar incluso a morir por falta de alimento y agua dulce.
-Señores, guarden silencio, por favor. No alboroten, mantengan la calma. Por favor... Por favor, caballeros. No hablen entre ustedes, tengan la amabilidad de guardar silencio. Ustedes, al fondo, por favor, guarden silencio. Prosiga, Dr. Tyrius.
-“Los que lo sabían” lograron perpetuar la distancia invisible pero inmodificable que les separaba “los que no lo sabían”. Y así permaneció hasta prácticamente la Gran Inflexión.
Una vez en la gran urbe, establecí la búsqueda de El Guía. Por desgracia, y para mi sorpresa, los acontecimientos de precipitarían hasta límites insospechados.

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