Dr. Tyrius (2)

Mi llegada, tal y como planeamos mi equipo y yo, se efectuó en un lugar preciso de lo que hoy conocemos como la isla de Besinto. A la hora solar 3, y lejos de cualquier atisbo de agrupación humana o tribal. Afortunadamente, mis atuendos fueron estudiados con anterioridad para pasar desadvertidos, basándonos en los escritos de nuestros sabios antepasados.
La única duda que me asaltaba era la forma en que debía trasladarme al punto de encuentro. Me hallaba a unas 4 horas a pié, y sólo esperaba que los cálculos estimados por El Consejo fueran precisos.
No tuve más que seguir el sendero que llevaba a la urbe. Se trataba de una extraña mezcla de alquitrán y cemento, delimitada con líneas, trazos y otras señales, sobre las que solían circular los medios de transporte más comunes de La Era.
-Los automóviles. Carros motorizados.
-Así es, Profesor Ku. Se deslizaban a unas velocidades moderadas, ya que el control direccional y la velocidad dependían exclusivamente del piloto.
-¿Qué velocidad podrían, en teoría, alcanzar en terreno llano? Imagino que a mayor valor monetario, mayor velocidad alcanzarían.
-Lo cierto, Profesor, es que si bien los automóviles con mayor valor monetario podían, en teoría, alcanzar mayores velocidades, existían unas normas básicas que no les permitían superar los 100 ó 120 kilómetros a la hora, o para que lo entiendan mejor, 4 sets por crónito.
-¿Pero cómo? ¿4 sets por crónito? ¿Entonces de qué servía que fueran de mayor valor monetario, si igualmente no podrían superar los mismos límites que los de menor valor?
-Sin duda, Profesor Ku, está entre sus manuales favoritos el Volúmen IV de los escritos de nuestro sabio antepasado Damiesso. Él, al igual que usted, se preguntaba cómo era posible. Pues bien, por lo que he podido averiguar, aquellos primitivos carros motorizados servían como marcadores sociales gráficos, es decir, eran una forma de establecer una diferenciación de estatus social y monetario con respecto a los que poseían un carro motorizado de menor valor.
-Por favor, caballeros, no se alboroten, guarden silencio. Sin duda el Dr. Tyrius nos aclarará esta incongruencia. Prosiga, Dr. Tyrius.
-Entiendo su confusión, caballeros. Posiblemente yo también esté de acuerdo con todos ustedes en que carece de sentido. Pero les recuerdo que deben ustedes, como científicos reputados e influyentes, saber abstraerse e intentar razonar en la manera en que lo hacían nuestros primitivos antepasados. Si toman nuestra cultura como punto de partida, sin duda caerán e inducirán a otros a caer en un error sistemático de análisis.
-¿Qué abstracción se precisa necesaria, Dr. Tyrius, para poder llegar a entender que se hacían con carros motorizados de mayor coste, para poder circular a mayor velocidad, existiendo una velocidad máxima para todos los carros por igual? Honestamente, no considero una cuestión de abstracción histórica el entender tal contrariedad.
-Como he dicho, Profesor Ku, no se trataba de la velocidad, o la comodidad del automóvil. Se daba la circunstancia de que estos carros, de mayor valor, portaban incluso símbolos o signos identificativos de la agrupación comercial que los fabricaba, y era precisamente aquí donde residía el marcador social o de estatus. Esos símbolos o signos identificativos solían ser de gran tamaño y ser perfectamente visibles para el resto de pilotos de otros automóviles, de menor coste monetario.
-Pues vaya una tontería.
-Precisamente en estos aspectos reside la tremenda complejidad de La Era, y mi más absoluta devoción por Los Últimos.
-Les recuerdo a todos los asistentes que el Dr. Tyrius se especializó en el Pensamiento Último hace ya un docenio. Fue por ello una decisión unánime por parte del Consejo nombrarle para esta misión.