Un día cualquiera

Ayer empecé la mañana tomando un café. ¿Sólo o con leche? Pues pueden ser las dos cosas, en todo caso mejor acompañado ¿no? Si, o con leche condensada, ya que nos ponemos...
¿Un mitá? no, entero, que si no queda mal sabor de boca. Las nubes.. dulces, de las de fresa, y el cortado..., a ver, el cortado tiene su punto, es lo que tiene, luego resulta que funciona igual que uno solo, pero sin esperarlo, y eso resulta agradablemente sorprendente.

Luego pasé por Correos. Siempre me pasa, tengo que morderme la lengua para no decir "¡correos, pero todavía no, eh!" ¿remitente? pero ¡que mas da! lo que importa es que llegue hombre! aunque pensándolo bien... que llegue, pero a ver quién te remite.

Más tarde fui a una conferencia. "Por favor mantener los teléfonos móviles apagados durante el acto" Esto es muy importante. La verdad es que justo en el momento álgido del acto suena el móvil, y jode, las cosas como son, porque desconcentra a ponente y receptor, y ambos tienen que currárselo de nuevo par retomar el tono del discurso.

Al terminar era ya medio día, hora de la cervecita. ¿Y de tapa? Montadito, siempre montadito. ¡Bueno! o pincho. ¡No! mejor montadito que tiene más variantes. Y luego algo dulce. Después de terminar gusta algo dulce. Deja una sensación que se disfruta al recordar, y que invita a repetir.

A media tarde tocaba otro café. El mismo dilema de la mañana. También con algo dulce (eso siempre).

Cae la noche, y al llegar a casa, un sandwich. Una copita de vino, un baño de espuma...
Claro, después de un día tan activo, lo normal es que al llegar a la cama me doliera la cabeza "..."