viernes, 6 de mayo de 2011
Retroevolución humana a la hora del desayuno
Estaba emocionado con la posibilidad de reencontrarme con mi primo después de mucho tiempo. Desde que vivía con su pareja felizmente emancipado en un barrio de bien del Sur de Madrid apenas había tenido oportunidad de verle y esta era la primera vez que visitaba su casa.
Aún recuerdo con añoranza nuestros días locos de juventud. Aquellas juergas que duraban semanas enteras. Aquel desprecio por el hígado propio. Aquellos desfases en modo Joaquín Sabina. Aquel afán por la aventura.
Mi primo era un tío duro sin pretenderlo; sin necesidad de chupa de cuero o gafas de Sol, sin tener que recurrir al lenguaje soez, sin alardear de sus conquistas. Él simplemente le daba plenitud a la palabra "macho"; y eso se veía reflejado en cualquier aspecto de la vida cotidiana.
Recuerdo haberse dejado las rodillas en una caída de alguna loca carrera infantil y haberse reído a carcajadas. Recuerdo verle fajándose bajo aros con tipos que le doblaban en estatura en innumerables partidos de básquet. Recuerdo como se tomaba cualquier cubata del tirón por el simple hecho de decirle que no tenía huevos de hacerlo.
Con aquella imagen idílica llegaba yo a Madrid. Sin muchos preámbulos, pues era bien tarde, me enseñaba su casa y cenábamos algo. Hasta aquí todo normal, pero a la mañana siguiente llegaría el horror.
Yo, como casi cualquier ser humano, me levanto con café. Por suerte el anfitrión tenía un resto guardado en alguna parte, el cual acabé no sin antes preguntarle que hacía entonces para despejarse por las mañanas. Entonces me saco un bote de café, por decirlo de alguna manera… El primer fallo grave es que era soluble, algo que habría podido perdonar de no ser porque al leer el bote se trataba de “cappuccino vainilla con pepitas de chocolate”. Entonces se derrumbó mi castillo de naipes. El mito, la leyenda, había caído. Cuanto daño ha hecho George Clonney a esta sociedad con sus nespressos, sus what else, y sus gaitas. Lo peor de todo es que el bote era de la marca Hacendado; después de todo cutre.
Encima tuvo la desfachatez de preguntarme si para el café quería azúcar o sacarina. La duda ofende.
Para beber también me dijo que tenía zumo de arándanos; ¡zumo de arándanos! , ¡existe!, y sin necesidad de estar en ninguna película americana. Lo raro fue que no me ofreciera zarzaparrilla.
Después trajo croissants. Gracias a Dios parecía quedar un puntito de cordura en su perturbada mente. Lo malo es que para untarlos trajo mermelada light. Aparte que yo acostumbraba a rellenar los croissants con carne mechada o morcilla de arroz; la mermelada light entra por méritos propios en ese grupo de alimentos sin sentido como la cerveza sin alcohol o la nata desnatada. Lo más gracioso es que me dijo que si no me gustaba la mermelada tenía también margarina sin sal. ¡Alegría!, ¡festival del sabor!
Por último sacó un intacto paquete de palmeritas integrales aludiendo que estaba intentando dejar los dulces. Dulce, que irónico, como si el corcho fuera dulce.
La última imagen que tengo de aquella mañana es la mesa a rebosar, como si fuera la escena del desayuno de “Médico de familia”; solo que en este caso la familia debía ser diabética. Con casi una decena de alimentos que entraban en mi lista negra; y con aquél señor, que evidentemente ya no era mi primo, esperando su oportunidad para matarme.
Etiquetas:
Café,
Curioso Es Poco,
Desayuno,
Integral,
Me Ha Pasado,
Mermelada,
Sacarina
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
dios
ResponderEliminarno alcanzo a hacerme una idea de lo que sufriste.
por desgracia, cuando te ennovias te aburguesas, y pierdes el instinto asesino de épocas gloriosas. entonces no sólo empiezas a tomar cafe de vainilla, sino que de repente te encuentras con corbata en bodas, comuniones... prefieres una buena cena a una buena juerga,... el águila imperial queda recluído en la carcel de cristal del matrimonio... en fin, todo sea por amor!! ¿no?
Buenooooooo, lo que hay que oir!!
ResponderEliminarUno va a bodas y comuniones con o sin corbata y tenga o no tenga novi@, no creo que eso venga en el lote de la pareja. Por otra parte, soy de las que piensan que los animales salvajes no deberían estar en cautividad, pues sufren mucho y tarde o temprano se deprimen y necesitan volver a su hábitat natural. En fin, la vida en pareja es dura y tienes que aguantar las manías del otro, pero hablando desde mi experiencia personal, he ganado más de lo que he perdido y sobre todo cuando consideras a la persona con la que has decidido compartir tu vida, en primer lugar un gran amigo, sin pensar que estás perdiendiendo el tiempo y que eres "Un Águlia Imperial en una caja de cerillas".
hablas muy sabiamente, pero no estoy deacuerdo contigo en que el animal salvaje acaba por querer volver a su hábitat. Un perro, por mucho que le guste la calle, si le dejas salir solo acaba volviendo y sentándose a la entrada de casa esperando a que le abras la puerta,...
ResponderEliminarEs cuestión de prioridades.
Creo que estáis pasando por alto el hecho más importante de todos; era cappuccino vainilla con pepitas de chocolate. Nada más que añadir señoría.
ResponderEliminarJajajaja!!..Se levanta la sesión.
ResponderEliminarAh!! Una cosita más... El perro más que un "animal salvaje", es un "animal doméstico", y esa es la diferencia.
ResponderEliminarPero Poda entonces te tomaste el café y te gustó o no?
Dani yo creo que con lo que ocurrió el sabado siguiente por la noche compensó un poco y volvió a ser por unas horas el de siempre no crees?
ResponderEliminarP.D. Si no recuerdo mal tu acabaste bebiendote el capuccino.
Adri, que yo me tomara el cappuccino fue completamente circunstancial y está sacado de contexto. Y NO! no tiene perdón de Dios.
ResponderEliminar