Tuve la suerte de pasar mi adolescencia en el esplendor de
la movida malagueña. Albergados por el cálido manto del botellón, el trasiego
que se producía en los garitos del centro era constante. Entrar al sitio que te
gustaba (o al que te dejaban) no era una mera formalidad antes del shawarma de
la vuelta, y el joven malagueño hizo de esos sitios de ocio grandes santuarios
donde pasar las noches de los fines de semana..Yo, como cualquier otro,
tenía mis predilecciones, y los
siguientes fueron para mí mis sitios de referencia:
Todo a 100: EL claro ejemplo juerguista de como el Euro nos ha hundido. Aquí podías elegir entre una casi innumerable lista de chupitos o bien un quinto de cerveza por solo 100 pesetas. Para mí un imprescindible post-botellón para darte la vida extra que te hacía falta para aguantar la noche.
Fraguel Rock: imprescindibles donde los haya, el Fraguel se
caracterizaba por poner éxitos de todos los tiempos y, a veces, darnos la gran
alegría de poner la sintonía de inicio de la serie de televisión. En su debe la
gran masificación que registraba en su pequeño espacio.
Luna Rubia: No es ningún clásico pero me siento en la
obligación moral de meterlo en la lista pues, fue para mi, el tugurio de mis
inicios; y es que tenía mucho merito por parte del portero del bar dejar pasar
a un grupo de 7 u 8 adolescentes que no llegaban a la mayoría de edad y
dejarlos bailar en una esquina toda la noche sin consumir ni una triste Fanta .
Moët: Anteriormente como Warner, lo que hacía especial a
este sitio era que el portero, un ruso de 3 x 4, no entendía el término
“aforo”, y con los 5 euros por delante pasaba todo Cristo hasta estar como
sardinas en lata. Tendría un mejor recuerdo de este garito si no fuera por la
sobrepoblación a la que se exponía cada sábado.
Metropol: Lugar oscuro y siniestro al que hacía falta valor
para adentrarse, especialmente porque el portero siempre usaba su frase
estándar “se está ambientando” a pesar de haber 4 personas en su interior. En
Feria he vivido los mayores momentos de desfase, especialmente cuando abría su
patio interior o cuando el camarer@ se subía a la barra a rociarnos con Ron
Miel.
Dolce Vita: Cuando cambiaron de dueño y de nombre (ahora
G10) creo que tiraron mi foto de su salón de la fama. Protagonista de mis
mayores noches de gloria, este era mi local talismán. Quizás su mezcla de buen
ambiente y buena música hicieran a una desgracia como yo crecerse; pero sin
duda este es el local del que mejores recuerdos guardo.
Indiana: la verdad es que más que un bar, podíamos decir que
Indiana es un pasillo; el pasillo más buscado por melómanos en el Mundo, lugar
donde poder escuchar buen rock de todos los tiempos, lejos de música comercial
propia de la noche y de los críos imberbes que la buscan.
La Guarida: ideal como alternativa de la época al botellón (o una buena forma de complementarlo).
En invierno buen sitio donde calentarse con un Moscatel más barato que el del
Pimpi y en verano un buen sitio donde refrescarse con su “porrones” mezcla de
distintos garrafones. Aprecio bastante este sitio por sus mesas en forma de
media luna; donde poder conversar, tarea ardua difícil en los locales del
centro.
Shamrock: el lugar ideal para mejorar tu inglés; pues todos
los estudiantes de Erasmus acababan esta sitio. Si bien no era una discoteca al
uso, quizás propiciada por el propio ambiente extranjero, si era un buen sitio
donde hacer una parada para tomar uno de
sus exitosos mojitos antes de seguir la
ronda.
Liceo: Lo verdaderamente peculiar de este sitio era el hecho
de montar una discoteca respetando la estructura de antiguo edificio del casco histórico
(muy estilo madrileño), donde según en la planta en que te encuentres podrás
escuchar una música u otra; mientras cambias de sala como el que cambia de
habitación en tu casa.
Esto es solo una muestra insignificante de lo que dieron de
si mis noches juerguísticas en la capital; pero sería injusto no recordar otros
sitios donde pase más horas que en cualquier biblioteca como Cosa Nostra, 30 y
tantos, Coyote, Sarao, Andén, White, Moulin Rougue, Velvet, Skopas, ZZ Pub,
Spectra o Wengé.
Ya, a las puertas de la treintena, he de reconocer que estos
sitios no me hacen ni la mitad de gracia que antaño, pero es imposible no
recordarlos con un buen sabor de boca (a pesar de la resaca).
recuerdo con cariño cómo esperábamos con ansia a que llegara el sábado, esas juergas que duraban más allá de las 2 de la madrugada (a donde suelen llegar hoy en día).
ResponderEliminarespero que nos demos el gustazo de pegarnos una gran juerga de entrada en la treintena y cambio de prefijo.
Yo creo recordar uno llamado "La botellita"
ResponderEliminarEste era tambien de esa época ¿no?
¿No gozaba de vuestras visitas?
Sí, cierto, La Botellita era otro de los clásicos que, creo, aun sigue abierto. Te pones a pensar y has visitado todos y cada uno de os garitos del centro al menos una vez.
ResponderEliminarLo malo que tienen las juergas de la treintena, Pablo, es que por unas cuantas horas de ocio después debes de pasar todo un día con una resaca de mil pares de demonios.