El Gran Secreto

A mis hijos, a los hijos de mis hijos, y a los que vengan después de los hijos de mis hijos, esta es mi palabra. En el lecho de muerte os lego el mayor de los enigmas de los que el Hombre tuvo nunca conocimiento.

La gran estirpe de Los Guías ha alumbrado el camino de las distintas grandes civilizaciones a lo largo y ancho de la Tierra desde que la Tierra existe. Siempre estuvo a la derecha de los grandes hombres y las grandes familias, porqué así debe ser, y porque así siempre ha sido.

La Historia de los pueblos se escribe con nuestra luz, y con nuestra sangre. Nuestro es el camino que seguirán los que lo saben. Nosotros decidimos el destino de los que nunca lo sabrán.

Mis ojos tienen el don de poder ver más allá de lo que ven los hombres. Mis ojos ven lo que está por venir. Mis ojos ven hoy lo que sucederá mañana, y todos y cada uno de los días que me restan por vivir, y no más allá, nunca más allá. Mis ojos tienen el don de ver lo que vendrá, y es por ello que el sitio de Los Guías es a la derecha de los grandes hombres. Para que el poder nunca cambie de manos, para que la riqueza no sea saqueada jamás por aquellos que no lo saben y nunca lo sabrán, nuestro sitio es a la derecha de los grandes hombres, y que nuestro don los guíe para que nuestro sendero nunca se bifurque, para que el destino que nos pertenece no nos sea arrebatado.

Mi don es sagrado, como sagrada es mi estirpe, pero no toda ella es alumbrada con el poder de los poderes. Sólo en uno de nosotros, y sólo después de tres generaciones, germinará el don de los dones. Ni mi hijo, ni el hijo de mi hijo. Sólo el que venga después podrá ver más allá de lo que los hombres pueden ver, nunca antes, y siempre después de la edad de veinte años.

Mi don es sagrado, como sagrado es el legado que os dejo. Que el gran secreto de Los Guías permanezca en la sombra por los siglos de los siglos, compartido por los que lo saben, negado por siempre a los que no lo saben ni nunca lo sabrán.

Este es mi legado.

Claudomeo I