Furor (popurrí, popurrí)

Furor fue uno de esos programas que nos traumatizaron en nuestra adolescencia. Retransmitido por Antena 3 por primera vez en 1998 en horario de prime time de los sábados noche (ahí es nada) y que llegaría a durar en parrilla nada menos que tres años.

Guiado por el polifacético Alonso Caparrós, que lo mismo te cose un huevo que te fríe un alfiler, el programa enfrentaba a un grupo de varones y un grupo de féminas, todos conocidos a nivel mundial, en pruebas de habilidad musical. Ya teníamos todos los ingredientes para pasar una entretenida noche de sábado. Pongan la pizza en el microondas, échenle la lata de Whiskas al gato, enciendan su televisor y apaguen su cerebro;  empieza Furor:

El show, como he dicho antes, confrontaba a dos equipos del sexo opuesto y donde sus integrantes eran caras conocidas a nivel popular. Aunque generalmente casi todos los concursantes eran semifinalistas de algún premio Nobel, eran más conocidos por participar en este tipo de programas u otros con el mismo nivel de guano por metro cuadrado. Así pues nos encontrábamos a las clásicas Ivonne Reyes o Jacqueline de la Vega; seductores de la talla de Arévalo  o Fofito, bellezones de todos los tiempos como Norma Duval o Emma Ozores,  reyes del performance como Paco Clavel; o la siempre difícil de encasillar en un equipo u otro  Bibi Andersen. En fin, que solo faltaban Jordi LP y Kike Supermix.

 A lo largo del concurso se respiraba un ambiente de sempiterna fiesta decadente. Para que os hagáis una idea, si en el París del Siglo XIX hubiesen existido los afters, todo el mundo hubiese ido a Furor cuando chapase el Moulin Rouge. Ellas debían sentir autentico furor (uterino) cuando se subían a la mesa y empezaban a bailar a modo de camareras del Bar Coyote. Esto cuando lo hacía Natalia Estrada podía estar bien, pero cuando lo hacía Laura Valenzuela perdía toda la gracia. Ellos no les andaban a la zaga y producto de la excitación del momento (o de la farlopa) hacían lo mismo aun a riesgo de que las mesas no  pudieran aguantar el peso de gente como Moncho Borrajo.

Tal era el ambiente de megaparty que se vivía que el público (que también parecían hechizados con algún tipo de rito vudú)  llevaban puesto vestido o traje como si de una fiesta de fin de año se tratase. Por si fuera poco les hacían mantenerse de pie las dos horas y pico que duraba el programa. Espero que cuando acabase el rodaje le diesen un bocata y una bolsa de cotillón por lo menos.

Las distintas pruebas a las que eran sometidos eran de muy distinto calado pero todas relacionadas con el tema musical. Una era de rellenar huecos (como los Listening de inglés de 1º de BUP), en donde iban leyendo una canción popular y tenían que cantar la palabra que les habían quitado del texto. En otras debían cantar todo una estrofa sin mentar las palabras que contuviesen la letra ‘e’, por ejemplo. Después el juez de paz Alonso Caparrós y su sonrisa patrocinada por Colgate Triple Acción era el que a través de mini-puntos y puntos dictaminaba que equipo había ganado la prueba. El equipo perdedor, a modo de castigo, tenía que enfrentarse al temido “Popurrí”, que no era otra cosa que cantar tres canciones seguidas. Sin duda un auténtico castigo para el telespectador.

Para concluir solo decir que era un estilo de telebasura más cercano al modelo Lazarov que al modelo Vasile y que con un poco de mala suerte lo reeditarán en un futuro para las cadenas autonómicas. Quizás, ¿quién sabe?, seamos víctimas de una nueva oleada de furor.