Tuve la suerte de pasar mi adolescencia en el esplendor de
la movida malagueña. Albergados por el cálido manto del botellón, el trasiego
que se producía en los garitos del centro era constante. Entrar al sitio que te
gustaba (o al que te dejaban) no era una mera formalidad antes del shawarma de
la vuelta, y el joven malagueño hizo de esos sitios de ocio grandes santuarios
donde pasar las noches de los fines de semana..Yo, como cualquier otro,
tenía mis predilecciones, y los
siguientes fueron para mí mis sitios de referencia: