martes, 2 de noviembre de 2010

Setenta años

"Setenta años"


Aquello fue justo antes de precipitarme por la escalera de su piso. Una vez en el suelo, perfectamente consciente de que me hallaba escribiendo una de las más penosas humillaciones de mi carrera amorosa, me incorporé rápidamente y me sacudí con tres golpes secos mis maltrechas rodillas. Miré hacia arriba, y ella seguía allí. De repente, un rostro serio y dramático de convirtió en una disimulada mueca, y más tarde en una carcajada de las que salen sin poder evitarlo, cuando aún no sabes si tienes permiso para reirte. Bajó los ocho ó diez escalones que la separaban de mí y, sin dejar de intentar frenar su ímpetu hilarante, me volvió a besar, posando sus suaves y frías manos en mi rostro, haciéndome levantar la barbilla y relativizar la importancia de mi tropiezo.

No puede más que reirme, cerrando los ojos y apoyando mi frente en la suya. Entonces supe que me quería. Si me hubiese preguntado una sola vez si me había hecho daño, o si me había roto algo, o si necesitaba una ambulancia, me habría marchado sin mirar atrás. Pero simplemente mantuvo su sonrisa y clavó su mirada en la mía, huidiza. Entendí que tantos meses de sufrimiento habían merecido la pena. La sensación de sus labios en los míos no se asemejaba a las que tuve con ninguna otra.

La puerta de su casa seguía abierta. Cuantas veces había intentado entrar, y esa noche lo hice. “Me siento tan sola,… Algunas veces pienso que no tengo a nadie en este mundo, que ya no queda nada por vivir…”, fueron sus primeras palabras cuando me senté a sus pies, y comenzó a acariciar mi nuca y a despeinarme suavemente con sus dedos. Desde el sofá, me hablaba de cosas que ya había oído antes mil veces, en las bocas de tantas mujeres, a lo largo y ancho del mundo, pero esta vez las escuchaba con pasmosa atención. Me interesaban. Me parecían nuevas. Me asombraban, y yo no lograba entender por qué. Sólo sabía que acabaría besándola, pero no tenía prisa. Quizá acabaríamos en su habitación. El olor de sus sábanas, el sonido de fondo de un disco me temo que ya antiguo, ir descubriendo su secretos, uno a uno, conquistando sus rincones, proezas de un embaucador embaucado. No existe en el mundo un lugar mejor en el que un hombre pueda estar que desnudando por primera vez a la mujer de sus sueños. Nunca es como esperabas, siempre es como quisiste.

Berta era mucho más que la mujer de mis sueños. La conocí siendo un niño, y aún hoy la sigo viendo como aquella colegiala a la que constantemente regalaba margaritas a cambio de un inocente y efímero beso. Sus sonrojadas mejillas ya no volverán, pero todavía conserva ese brillo en su mirada. Los rostros pueden cambiar, el pelo puede esconderse para siempre, las sonrisas pueden perder su hermosura, pero el brillo en los ojos siempre estará porque siempre estuvo. Su larga melena de noche a penas besaba su espalda. Cuando acariciabas su pelo sabías que no tendría ningún sentido si no lo alojabas tras su oreja con el dedo pulgar. Cuando lograbas hacerla sonreir sus ojillos parecían desaparecer, pero sus pupilas no se movían porque se clavaban en las mías. Sin mirar detenidamente su boca, ya sabías que no existía alineación más perfecta que la de aquellos dientes. Sus falsas sonrisas no se diferenciaban de las verdaderas, ella sabía que en su sonrisa estaba su secreto, y la explotaba, vaya que si la explotaba. Desde el día en que la conocí, cuando pienso en el color blanco, pienso en aquellos dientes. Labios de inigualable rojez, nariz refinada, elegante, ni muy grande ni muy pequeña, con la punta ligeramente alargada como obra de barro divino. Estaba hecha a propósito, y la hipnosis instantánea que te provocaba su voz, algo grave pero infinitamente femenina, se alojaba sin más en las cavidades más ocultas de tu deseo.

Siempre tuvo algo que ni pude explicar, ni supe entender. Aún hoy sigo sin haber hallado mujer que estimulara de tal forma mi vista y mi oído, habiéndome perdido en las sábanas de sirenas mucho más hermosas. Sea lo que fuese ese algo, nunca lo averigüé, nunca quise averiguarlo, y siempre supo disimularlo a sabiendas de que ese algo la convertía en única.

Su figura, digamos, optaba más hacia la curva que hacia la línea recta. No era muy alta, pero tampoco lo necesitaba. Cualquiera que se cruzara con Berta no vería en ella nada especial más allá de su rostro angelical y sus andares de niña perdida en la noche. Pero a mí me tocó amarla. Y todo el que alguna vez ha amado a quien no se puede tener, llena su cabeza de las más alocadas fantasías. Uno sabe que una vez fue adolescente cuando ama a quien no puede tener. Uno sabe que un día estuvo vivo, cuando ama a quien no puede tener. Uno va muriendo poco a poco cuando ama a quien no puede tener.

Pero el tiempo pasa. Las historias del día a día nos invaden y nos hacen olvidar. Nos hacen pensar en cosas en las que jamás creímos que pondríamos nuestro interés. Vamos concediendo importancia a todo lo que nos van arrojando por el camino, y en lugar de apartarlo de una patada, nos lo echamos a la espalda, porque pensamos que es eso lo que esperan que hagamos, porque eso es lo que hizo fulanito de tal, eso fue lo que hizo el hijo de no que quien, y a él no le fue mal, tan solo está muerto por dentro.


Hacía mucho tiempo que ya la había olvidado. Muchas primaveras que no alteraron mi sangre. Muchas lluvias sobre mojado. Yo ya había entrado en la edad en la que te abrigas cuando hace frío. Y también en la edad en que uno ya no tiene edad para casi nada. Y también en la edad en la que a uno ya no le importa decir la edad que tiene. Así es. Yo ya había entrado en la edad en la que mis hijos deciden dónde cenaré en nochebuena.

Berta fue mía setenta años después de regalarle la última margarita.

1 comentario:

  1. Blah blah blah amor blah blah beso blah blah caricias...blah blah. Este tipo de cosas demuestran que la gente inicia las relaciones por motivos estúpidos, viven vidas infelices a consecuencia de ello y pasan la mitad de su tiempo inventando excusas vanas para justificar su tedioso día a día junto a una persona con quien sólo comparten un momento romántico hace un montón de años...

    ResponderEliminar

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...